En los últimos tiempos se está empleando el término “colonia” para calificar el lugar que ocupan los territorios que muy a su pesar están siendo sede de los macropolígonos de generación eléctrica renovable en el Estado español. Precisamente, en los últimos días, dos artículos han generado polémica en este aspecto. Desde Abrigaño, a pesar de no estar presentes públicamente en muchos de estos debates, los seguimos con mucha atención, pero en este caso, haciendo gala del bagaje de las dos anteriores ediciones de nuestro seminario de Pensamiento Descolonial y Estudios Castellanos (I) y de Defensa del Territorio (II), nos personamos en la discusión para hacer una serie de aportes que nos vemos legitimados a poner sobre la mesa.
La polémica a la que hacemos referencia se engendra en dos artículos publicados ambos en el portal Ctxt.es: el primero “España: colonia energética del norte de Europa”, el segundo “Sobre colonias energéticas y otras hipérboles peligrosas”. Este último es quizás una crítica demasiado apasionada del primero. Simplificando mucho, alerta sobre el peligro que tiene la semántica utilizada en el relato de la coyuntura en que nos encontramos, puesto pueden ser fácilmente usurpadas por sectores de corte reaccionario. Más concretamente, se cuestiona si utilizar el término “colonia energética” es un recurso útil o contraproducente, si, en definitiva, nos es útil para activar las palancas de cambio necesarias en el ámbito de lo social o si, por otro lado, es una idea que la extrema derecha pueda fácilmente resignificar en clave nacional. En nuestra opinión, y profesando respeto a los autores de los artículos, creemos que ninguna de las partes está utilizando suficientemente bien el término colonial.
Desde Abrigaño queremos señalar que la lógica colonial también está regida por procesos de apropiación y expolio internos a las naciones y que precisamente destacar esto, las resistencias a esa “colonialidad del poder”, sí resultan un potente vehículo para una politización activa que nace del compromiso con el territorio. Por ello, entendemos que en este caso concreto la noción más efectiva de colonialismo no es tanto la nacional, sino que reside en otras dimensiones en las que el término gana realmente fuerza, por un lado a nivel global en el eje norte/sur más clásico, por otro, relativo al sometimiento interno que impone la administración nacional en la dimensión campo/ciudad.
En el primer caso, se hace evidente el colonialismo que se da entre el eje norte/sur en el proceso de implementación de la nueva industria llamada renovable. La mayoría de los recursos materiales fósiles y no fósiles necesarios para la pretendida tarea verde en la que está embarcada Europa provienen de los países del sur global. Esto está bien señalado en el segundo artículo antes citado: los destrozos sociambientales del extractivismo en los países del sur tienen una gravedad de varios órdenes de magnitud si comparamos con los procesos que se están dando en el viejo continente.
Siendo conscientes de esto último y asumiendo los riesgos de transitar senderos resbaladizos, consideramos un error rechazar hablar de colonialismo en referencia a estos procesos que ocurren, pues es una noción que nos ofrece enfoques realmente importantes para entender cómo hemos llegado a nuestro presente. Es en este punto donde vamos reduciendo la escala de los tradicionales conflictos centro/periferia, y cuando podemos empezar a manejar la idea del “colonialismo interior”, es decir, el uso de prácticas coloniales por parte de las instituciones hacia el pueblo que gobiernan, pasando del esquema colonial clásico, a lo que sería la colonialidad que estudian autores como A. Quijano. A este nivel consideramos poco práctico ese uso nacional del término, pues precisamente es la nación española la que históricamente ha ejercido prácticas coloniales sobre los pueblos conquistados y lo sigue haciendo, es España la que desde los años 50 del siglo pasado vacía lo que ahora llamamos periferias1, en lo que ahora podemos entender como migraciones forzosas hacia el hacinamiento de los centros capitalistas. España es la que ordena los territorios despoblados en clave extractivista, ya sea para la industria agroalimentaria o, ahora, para la de generación eléctrica. Es, a fin de cuentas, una nueva encarnación de los tradicionales conflictos campo/ciudad, centro/periferia, metrópolis/colonia. Son los pueblos castellano, gallego, vasco, andaluz, leonés, manchego, catalán… los que, cada uno con sus circunstancias sociohistóricas y económicas, van sufriendo las consecuencias de la lógica colonial que está imbricada en los procesos de expansión capitalista y que se manifiesta diferente según tiempo y región.
¿Los frentes reaccionarios pueden apropiarse de nuestros términos? Seguro que sí, debemos prevenir y estar atentos, pero no generar bloqueos. Muchos nos preguntamos por qué en el Estado español están tardando tanto en apropiarse de la coyuntura de la crisis ecosocial en curso para manejarla en clave proteccionista, como de hecho ha ocurrido en otros territorios. Quizás sea porque el ecologismo social lleva mucho tiempo comunicando con rigor, calidad y elegancia desde hace décadas (se den por aludidas las autorías de ambos artículos citados) y la extrema derecha no es tan capaz cómo podríamos pensar.
Sabemos gracias a trabajos recientes como La semilla de Vox, ¿quién votó a la derecha radical populista en Castilla y León? de I. Negral y A. Sánchez-García que el voto a la extrema derecha en las últimas elecciones de Castilla y León no ha ido vinculado la preocupación por la despoblación, cuando este es el primer problema que señala la población de esta autonomía (lo que supone una anomalía frente a las estadísticas a nivel español en las que suele ser el paro). Esto no significa del todo que el voto a Vox esté desterritorializado, pues probablemente se vota contra Cataluña con una idea de España cerril, pero parece que el votante de extrema derecha está más preocupado por la economía en general, sin mostrar esa variable territorial que sin embargo han intentado apropiarse en la campaña. Los resultados electorales del pasado febrero tampoco dejan lugar a dudas: allí donde ha habido procesos de territorialización política eficaces como UPL en León o Soria Ya!, la extrema derecha no ha entrado tan profundamente.
Los pliegues del territorio han demostrado potencias que están por explotar políticamente desde la izquierda y en los que la hipérbole colonial que se señala sí es capaz de articular propuestas políticas que hoy en día son imprescindibles para que haya actores que empujen por un Nuevo Acuerdo Territorial para la España rural y campesina (parafraseando a JM Moriche) en el que haya posibilidad de señalar a los vaciadores y no sólo lamentarse por el vaciamiento. Pero eso para por analizar lo colonial más allá de clichés y esquematismos como viene haciéndose desde el pensamiento descolonial.
Por eso, frente al desvío de esa hipérbole, invitamos a explicar y utilizar el término colonialismo energético para relatar los procesos que están sufriendo los territorios sacrificados del Estado español. No en clave nacional. España no es víctima del colonialismo, lo son sus pueblos. La transformación de los suelos rústicos en polígonos de generación distribuida, el acopio de las escasas masas de agua para su hidrolización, los tubos y cables que van hasta los sumideros de consumo y otras tantas consecuencias las sufren el pueblo y el territorio. Son ricos los horizontes propositivos que se dibujan desde lo que podríamos llamar el ecologismo social, sea la necesaria renaturalización que permita recuperar biodiversidad (véase p. 205 de ¿Qué hacer en caso de incendio? De H. Tejero y E. Santiago) o el desarrollo de planes de transición locales (véase p. 190 de Petrocalipsis de A. Turiel). Esperamos que podamos transitar juntos el camino para dar la batalla a los desafíos presentes y por venir.
La conexión entre el colonialismo que abrió las venas de América Latina y los procesos que hoy vemos como agresiones al territorio está abierta. En el diálogo que establecimos con Josefa Sánchez, hija del pueblo zoque, en el marco del II Seminario de Pensamiento Descolonial y Defensa del Territorio, las complicidades ante una misma trama de dominación colonial brotaron espontáneamente. Si en el pasado era una corona ávida de grandeza la que exigía pleitesía, hoy son las cuentas de los monstruos sacados de los bestiarios modernos, como Iberdrola.
1 En los años anteriores realizó un vaciado previo, no en base a criterios de distribución demográfica, sino de signo político. La revolución del 34 y la Guerra Civil supusieron un pico en el uso de prácticas coloniales cargadas de violencia y muerte por parte del Estado español.